miércoles, 24 de marzo de 2010

Despedida de soltero y luna de miel, nadando en la droga

Si bien es cierto que asociamos la idea de consumo de drogas y de alcohol con una fiesta eterna, mujeres, amigos, un reventón infinito, la verdad es que en mi caso nunca sucedió así. Como he explicado en otras ocasiones, al convertirse en un hábito (un mal hábito, claro), el consumo de droga tenía un patrón en mi conducta: sólo en las noches, y solo. Pocas veces consumí droga con otras personas; pocas, muy pocas veces estuve en “la fiesta”.
Bueno, pues mi despedida de soltero no fue la excepción. Desconcertante para mí y para mis amigos cercanos, los inmediatos, los que por insistencia me convencieron de “reventarnos “ la noche anterior a la boda.
Se había pensado, como se piensa en esos casos, una salida a un antro, a un table dance, a beber, a interactuar con mujeres (interactuar, jaja) pero no fue así; una, sólo he ido a los tables en casos inevitables de trabajo (en serio, aunque suene raro, por trabajo he tenido que ir); dos, tan nervioso estaba y con tanto miedo por el inminente cambio de esta civil, que no quería “reventarme” y al otro día amanecer con malestar, así que se pensó en algo muy simple: cenaríamos en mi casa, beberíamos, sí, pero a las 12 de la noche cada quien se iría.
Y nos dieron las 12, la 1 y las 2 y el que se fue, fui yo, a mi recámara, a consumir droga; dejé a mis amigos en la sala de mi casa, bebiendo, con cara de extrañados, como sin entender por qué el de la fiesta se iba, sin más, argumentando: no quiero amanecer crudo. En realidad, fue el pretexto para subirme a mi cuarto, a atascarme la nariz de polvo blanco (en aquel entonces no consumía más de 2 gramos al día), a “reflexionar” sobre lo que ocurriría al día siguiente.
¡Bah! Ni reflexioné ni nada. Sólo me fui a mi cuarto a embrutecerme más que lo que ya estaba con el alcohol de la cena, y a regodearme en mi miedo de saber que me casaba sin estar enamorado.
La mañana siguiente llegó; yo, con apenas 4 horas de sueño, me sentí bien, sin cruda, sin malestares más allá de la desvelada, y así comenzó el día más largo de toda mi vida: saber que en la tarde/noche daría un paso definitivo y para el cual una semana previa me habían abierto la puerta del escape y yo, tontamente, me aferré a no quedar mal con nadie y a asumir que me casaba, que me casaba, que me casaba.
Todas estas cosas pasaban por mi cabeza, pero lo que más ocupaba mi pensamiento era una sola cosa: ¿cómo diablos le haría para llevarme mis gramos de locura a la luna de miel? Sí, en esa tontería se iba mi mente todo el tiempo. Había invitado, obvio, a mis 2 vendedores de droga a que me acompañaran a la boda, con la esperanza que su regalo fuera una buena dotación de estupefaciente. Sólo uno de ellos llegó, pero con las manos vacías, así que me cabeza no estuvo en disfrutar o en sufrir la boda misma, sino en cómo iba a hacerle para el otro dealer llegara y me llevara mercancía.
Siempre estuve sonriente, bromista, más de nervios, en verdad, durante la boda religiosa, durante la boda civil, y durante la fiesta, me dije: ya estoy aquí, pues a bailar, a beber y convivir con todo mundo, no sin estar pendiente del celular por si me regresaba la llamada mi vendedor de tantos años.
Y, sí, por fin llamó, y yo salí del salón de fiestas argumentando no sé qué, y ante la mirada incrédula de muchos, incluyendo mi ex esposa, me salí a ver al dealer, quien, de regalo, me dio una dotación de 5 gramos que guardé celoso en el traje, y así, con una sonrisa enorme, enorme, me regresé a la fiesta.
MI ex esposa y yo terminamos todo el rollo de fiesta, tornaboda, que le llaman, cerca de las 4 am, y de ahí nos fuimos a casa de sus papás, porque el vuelo a la luna de miel salía a las 8 am, así que no dormiríamos ni un poco.
Y así, desvelados, algo cansados, un poco crudos, nos fuimos a la luna de miel; yo, con una tranquilidad de saber que en mi equipaje llevaba droga como para aguantar la semana entera de la luna de miel; ella, en la esperanza de cumplir un sueño que yo rompería a las primeras de cambio.
¿Cómo pudo ser una luna de miel, un momento se supone mágico de suyo, cuando uno de los dos sólo tenía su mente concentrada en qué momento podré consumir una dosis de droga?
Terrible, triste, deplorable. Y será motivo de la próxima entrega.

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