Estamos
rucos.
Muy rucos.
Cuando
comencé mi carrera profesional en los medios de comunicación, tenía 21 años de
edad. Era 1987, y veía a mi jefe en El Heraldo de México muy ruco; muy. Y
escuchaba las quejas que tenían de él: que publicaba solo a las figuras pasadas
de moda, que se había quedado en el pasado glorioso de un México que ya no
existía.
Ese año,
1987 y los siguientes cinco, murieron
figuras emblemáticas, en una coyuntura done había pocos medios de
comunicación, y unos absolutamente dominantes.
Así, la
muerte de Don Pedro Vargas, de Mario Moreno "Cantinflas", Luis Manuel
Pelayo y otros, cobraron relevancia porque "era lo que había" y, sin
demeritar su trascendencia ni sus trayectorias, pues no habí mucho para dónde
moverse.
Esas eran
las notas relevantes en aquel entonces.
Hoy, a casi
30 años de distancia, veo que todos nos hicimos viejos, y que ocupamos el sitio
de aquellos que nos enseñaron a hacer periodismo de espectáculos.
Hoy, hablar
de Juan Gabriel, de Enrique Guzmán, de Marco Antonio Muñiz y otros
contemporáneos es, como lo fue para nuestros maestros, hablar de Emilio Tuero,
Agustín Lara y otras tantas figuras de la farándula nacional.
Hablar y
dedicar espacios a Luis Miguel es, para nuestra generación, como hablar de
"nuestro Pedro Vargas": un cuate talentoso, sí, pero ruco. Muy ruco.
Hace 15 años todavía resultaba interesante buscarlo, indagar por qué su
ocultamiento de los medios. Hoy, sinceramente, resulta de risa una nota de si
se droga o se está enfermo. Who cares?
Para el
mundo, tan lleno de jóvenes, es como cuando nuestros padres nos hablaban de
Miguel Aceves Mejía, o de si Javier Solís era o no el mejor intérprete del
bolero ranchero.
Hoy,
Alejandro Fernández, Emmanuel, Mijares y todos los artistas con los que
crecimos, son figuras mediáticas que, a los nuevos periodistas, esos de
veintitantos años, les valen queso.
Insisto:
respeto sus trayectorias, sus logros, sus alcances, sus triunfos, que sigo
aplaudiendo.
Veo la
portada de un diario y encuentro una nota de Juan Gabriel, de Enrique Guzmán y
pienso si a los jóvenes lectores les resultará interesante.
No sé.
No me hagan
caso.
Creo que me
sigue pegando eso de haber cumplido 50 años y me da miedo, terror, pensar que
pueda convertirme en ese jefe que tuve y al que criticaban de publicar sólo
cosas de rucos.