miércoles, 9 de diciembre de 2015

Estamos rucos. Muy rucos.

Estamos rucos.
Muy rucos.
Cuando comencé mi carrera profesional en los medios de comunicación, tenía 21 años de edad. Era 1987, y veía a mi jefe en El Heraldo de México muy ruco; muy. Y escuchaba las quejas que tenían de él: que publicaba solo a las figuras pasadas de moda, que se había quedado en el pasado glorioso de un México que ya no existía.
Ese año, 1987 y los siguientes cinco, murieron  figuras emblemáticas, en una coyuntura done había pocos medios de comunicación, y unos absolutamente dominantes.
Así, la muerte de Don Pedro Vargas, de Mario Moreno "Cantinflas", Luis Manuel Pelayo y otros, cobraron relevancia porque "era lo que había" y, sin demeritar su trascendencia ni sus trayectorias, pues no habí mucho para dónde moverse.
Esas eran las notas relevantes en aquel entonces.
Hoy, a casi 30 años de distancia, veo que todos nos hicimos viejos, y que ocupamos el sitio de aquellos que nos enseñaron a hacer periodismo de espectáculos.
Hoy, hablar de Juan Gabriel, de Enrique Guzmán, de Marco Antonio Muñiz y otros contemporáneos es, como lo fue para nuestros maestros, hablar de Emilio Tuero, Agustín Lara y otras tantas figuras de la farándula nacional.
Hablar y dedicar espacios a Luis Miguel es, para nuestra generación, como hablar de "nuestro Pedro Vargas": un cuate talentoso, sí, pero ruco. Muy ruco. Hace 15 años todavía resultaba interesante buscarlo, indagar por qué su ocultamiento de los medios. Hoy, sinceramente, resulta de risa una nota de si se droga o se está enfermo. Who cares?
Para el mundo, tan lleno de jóvenes, es como cuando nuestros padres nos hablaban de Miguel Aceves Mejía, o de si Javier Solís era o no el mejor intérprete del bolero ranchero.
Hoy, Alejandro Fernández, Emmanuel, Mijares y todos los artistas con los que crecimos, son figuras mediáticas que, a los nuevos periodistas, esos de veintitantos años, les valen queso.
Insisto: respeto sus trayectorias, sus logros, sus alcances, sus triunfos, que sigo aplaudiendo.
Veo la portada de un diario y encuentro una nota de Juan Gabriel, de Enrique Guzmán y pienso si a los jóvenes lectores les resultará interesante.
No sé.
No me hagan caso.

Creo que me sigue pegando eso de haber cumplido 50 años y me da miedo, terror, pensar que pueda convertirme en ese jefe que tuve y al que criticaban de publicar sólo cosas de rucos.