A mis 45 años: 45 trazos, 45 trozos de mi existencia.
Acabo de cumplir 45 años; caray, miro hacia atrás y veo que la vida se me fue volando, y veo también que, al paso del tiempo, he encontrado la manera de que los juegos y los sueños sigan apareciendo en este espacio que habito. Así, la vida para mí siempre ha sido un juego; en ocasiones más divertido que otras, pero un juego en el que, si no me divierto, dejo de entender a qué diablos vine a este mundo.
Éste es el que soy, o lo que soy: un hombre de mediana edad (nunca he entendido si mediana se refiere a que estoy a la mitad de los años que viviré, o mediana del promedio de edad de la población) que apenas comienza a vivir porque al tiempo, he entendido que el pasado es como una especie de laboratorio, de experimento en el que fui descubriendo qué sí y qué no para mi vida.
Digamos, pues, que a mi edad, sé perfectamente lo que quiero y lo que no quiero para mí y para quienes amo, que son quienes comparten mi vida.
Llegar a los 45 años, con la experiencia de vida que traigo a cuestas, me hace irremediablemente pensar en que no puedo arrojar piedras, que no estoy libre de pecado, que he vivido, pues. Así, en estas reflexiones que suele hacerse uno al llegar a cierto ciclo, pienso puntualmente en ciertos momentos de mi existencia:
1.- Nacer. No tengo memoria de eso, pero debo haber llorado infinitamente, porque a la fecha sigo siendo chillón por todo y con todo.
2.- Los primeros años: una vecindad en la colonia Doctores, cuando un juguete, por simple que fuera, llenaba las horas. Una posada navideña, de esas muy populares, y la música de La Sonora Santanera, el olor de la parafina quemada, el olor de las frutas de la piñata, el olor del ponche, y las risas y bailes de los vecinos.
3.- Mis idas a la tiendita de al lado: compraba unos chicles que traían envoltura de papel, y luego de abrirlo, pasabas un cerillo por detrás y aparecía, misteriosamente, un mensaje, o los otros dulces: unas pastillas envueltas en celofán rojo, que colocabas sobre la parte posterior de la envoltura de papel, y aparecía un dibujo. El maldito gato del tendero, que siempre, siempre, me sacaba un susto. Las Coca-colas de mi papá “bien frías”, decía él.
4.- Mi llegada a Villa Coapa, a los 2 años y medio: un pollo rostizado en el jardín, y unas Barritas de fresa, que traían una hélice-rehilete para jugar; horas y horas arrojando el juguetito. Y la perspectiva de una nueva y mejor vida.
5.- A los 3 años, perderme en Cuemanco, con Beto, Neto y mi hermana Gabriela; fuimos a recolectar renacuajos, y no supimos regresar. La cagotiza de mi mamá cuando nos encontró.
6.- Los juegos infantiles: trepar árboles, saltar de edificios, quemar macetones, hacer fogatas en el jardín, jugar quemados, bote pateado, escondidillas, coleadas y demás que dejaron raspones y varios, muchos sustos a mis padres.
7.- En ese anhelo de “crecer”, de ser “grande” y, en aras de, cometer pendejadas más graves: a los 10 años, la vecinita, de 15; lo menos, diré, que aprendí también a fumar, aunque en ese entonces no se hizo vicio… El cigarro; ella, sí.
8.- Cambiar de amigos, dejar los juegos, los juguetes; la infancia, un amigo que se fue…
9.- La llegada de la adolescencia, la escuela Secundaria y esa cosa de sentirme importante porque a mis 12 años, iba y venía solo a una distancia considerable; tomaba el Metro y un camión para llegar a mi casa. Jorge Luis, Luis Alejandro, Francisco Hugo… mis primeros mejores-mejores amigos, la maestra de español y la poesía como un gran regalo de esa materia.
10.- La decisión de estudiar la preparatoria Agrícola, en la Universidad Autónoma de Chapingo: sí, quise ser Ingeniero Agrónomo Forestal, y ahí sí, la independencia a los 15 años: vivir solo, becado, y mantenerme yo con mis recursos.
11.- Echarme para atrás en la decisión anterior, y saber que el apoyo de mi papá fue definitivo: encuentra lo que más te apasione; no pierdes un año, ganas una experiencia; sabiduría que intento aplicar con mi hija.
12.- Regresar de Chapingo con 20 kilos de más. Entrar a la Prepa y, OMG! Descubrir que las compañeritas despertaban sueños e inspiraban al poeta de cajita de cereal.
13.- Cursar la Preparatoria, y enfrentarme al primer gran reto de mi vida: bajar 30 kilos, dejar de comer en exceso, hacer ejercicio, y lograr tal meta en 6 meses. Orgulloso de mí mismo.
14.- Enfrentar el miedo de “declararme” a la primera novia: pelirroja, pecosa, pecosa, pecosa ella. 5 años de mi vida, creyendo que eso era lo que esperaba…
15.- A mis 16 años, mi primer trabajo oficial: “jefe de piso en Sears”, trabajo eventual, pero trabajo; desde entonces cotizo al IMSS.
15.- La Universidad, mis gloriosos 18 años y el mundo, un bocado para ser tragado sin masticar. Las fiestas, los bailes; las primeras borracheras, y la primera gran responsabilidad:
16.- Escuchar el diagnóstico del médico: cáncer. MI padre. Un dolor que a nadie le deseo. Y entrarle a la chamba en forma, a los 20 años, para mantenerme la carrera y aprender a trabajar en serio, por si acaso había que apoyar a la familia.
17.- Salir de ésa y entrarle al baile y a la fiesta, al ligue por el ligue y sentirme que, en verdad, el mar era poco para hacer un buche.
18.- Llegar, por causalidad o por casualidad, a la redacción de un periódico que ya ni existe: EL Heraldo de México, y sentir, así de golpe y porrazo, que ahí era donde quería pasar el resto de mi vida: haciendo periodismo de espectáculos.
19.- Mis primeras entrevistas, un jovencito lleno de adrenalina, de miedo, de emoción, y darme cuenta que en la Universidad nada había aprendido acerca de este oficio que elegí de profesión. Recuerdo que mi primera entrevista fue tirada a la basura, por mala, mala, mala…
20.- Pasar 8 meses en un trabajo en el que no me pagaban, pero yo quería aprender y, al tiempo, demostré y me demostré que había elegido bien. La entrevista con una de mis tantas tías que me adoptaron: Kitty de Hoyos, por ella tuve mi primer sueldo de periodista.
21.- Ir a los cientos de cocteles y presentaciones de discos, premieres de cine, estrenos de teatro y conciertos, como el nuevo de la fiesta.
22.- Mi primer viaje en avión: San Luis Potosí, y mi primer viaje internacional: Anaheim, Dinsey World, y yo, con tanta hambre y, el mundo, tan chiquito!
23.- Mi primera columna a los 23 años, y mis primeros trabajos fuera de la redacción: ser jefe de prensa de Lucía Méndez y de Salma Hayek, a’i nomás!
24.- Crecer dentro y fuera de la redacción: Arturo y Raúl Velasco, amigos y padrinos, me impulsaron a brincar una cerca.
25.- Ser el primer jefe de prensa de OCESA y chutarme, de a gratis y cerquititita, los primeros conciertos de Billy Joel, al tiempo que me nombraban el jefe de prensa del Primer Festival Acapulco.
26.- Gozar de tanto trabajo y reconocimiento, y meterme por primera vez un “pase” de cocaína, pensando que salvaba la historia, la mía, sin darme cuenta que comenzaba a caer, a caer, a caer muy profundo.
27.- Nueva York, la ciudad donde quisiera vivir; Paulina Rubio y la lambada en una discoteca neoyorkina; el caviar, la champaña y una limousina, el Waldorf y la que creía era mi vida. Una noche de locura y de locuras.
28.- La muerte de mi jefe y el inmediato nombramiento: editor de la Sección de Espectáculos de El Heraldo de México.
29.- Nombres, nombres, nombres; personas cercanas de las que sólo recuerdo los buenos momentos, las noches locas y los sueños rotos.
30.- Mi primer viaje a Europa: Monte Carlo, en el grupo de invitados especiales de Luis Miguel. Un trompo a la uña.
31.- Mi nombramiento como Jefe de Prensa de Televisa: la tablita pa’l mareo y el desequilibro.
32.- Casarme, sin estar enamorado, sin estar ilusionado; descalabros que creía habían roto la ilusión y la esperanza, la certeza de que nunca encontraría una pareja, me hicieron tomar decisiones raras, extrañas, absurdas, por las cuales sigo pagando y aprendiendo.
33.- El nacimiento de mi hija; una noche de locura en mi consumo de sustancias; una noche en que pude haberme reconciliado con la vida; esa noche… ah, qué noche! Y ella, tan pequeñita, tan frágil y tan fuerte, mirándome a través de un grueso cristal. Apenas susurré la palabra y ella abrió los ojos. Desde antes, desde siempre, supe que tendría una conexión especial con Ximena; Ana Ximena, así, completo. Y, al poco tiempo, un gran dolor y la primera gran ausencia: la partida de mi padre, que aún lloro sin que nadie me vea.
34.- El divorcio, la ruptura y el abandono absoluto a merced de la droga. Me recuerdo tirado en mi cama, con la nariz sangrando, con mi cabeza a punto de explotar y con una sola idea: escapar de mi mismo.
35.- Noches de insomnio y soledad de mi mismo; ausencia de razón y entendimiento; gritos de dolor, ayes lastimeros que herían la piel y las entrañas. Cuánto dolor, cuánto sufrimiento, y yo, sin encontrar salida a nada.
36.- La llamada de un amigo y la puerta abierta a la salvación: Leonardo Stemberg y su maravilloso curso de Contranalisis. Mi regreso a una buena chamba y mi última frontera, mi primera y última batalla contra la droga.
37.- El recuerdo triste de mis noches empolvadas, y las ganas conscientes de salirme de esa prisión que yo mismo había forjado. El triunfador aquel no era ya ni sombra de lo que había construido en tantos años. Apenas el recuerdo de un yo que fui, y ya no era.
38.- Mis 4 años en Contranalisis, gozoso de ver a tantos y a tantos abandonar dolencias, vicios, malestares. Aprenderle al barbón amigo tanto y tanto. Resolver mi vida en 9 meses, como si hubiera muerto, como si hubiera vuelto a nacer. Volví a nacer, de hecho. Y nacer tuerto, y durar así 5 años.
39.- Regresar a mi oficio, apoyado por una amiga que admiro y quiero: Flor Rubio, quien me dejó entrar a La Oreja: otra vez, la aventura de la entrevista, el reportaje y la nota que todos comentaban.
40.- Rescatar a una niña, mi hija, pelear por ella, emprender una ardua batalla hasta lograr el cometido: ser papá soltero de mi adorable Ximena; ésta, la más grande aventura jamás contada. Y recuperar la vista, recuperar el ojo izquierdo. Dos milagros en un año, y mirar al cielo para agradecer a dios por tanto y tanto.
41.- Salir de La Oreja e irme a El centro, el periodismo que me gusta hacer: de investigación, serio, profundo, y sí, mi experiencia, mis conocimientos y mis contactos me valieron grandes notas, grandes reportajes que causaron escándalo en el medio. Tanto, que una de mis entrevistas fue causa o motivo para que Televisa vetara al diario y a mí me corrieran junto con el director Miguel Castillo.
42.- Aprender a caminar solo, una vez más, en una alternativa de mi oficio: hacer RP de celebridades, y así, asociarme con un amigo para crear una agencia.
43.- Vivir solos mi hija y yo; nuestra primera noche en nuestra casa, una fiesta de almohadazos, de risas, de pizzas y buenos recuerdos.
44.- A 9 años de haberme sanado, encontrar al amor de mi vida; una mirada que cautiva, una sonrisa que ilumina y unos labios que me hacen volar. Sentir que la vida es una gran oportunidad y que nunca, nunca sabrás las sorpresas que te depara. Lo he dicho una y mil veces: fue mirarla y comprender que siempre la busqué sin saberlo, pero que en esa mirada quería vivir el resto de mis días.
45.- Este momento aún no se escribe, aún no se vive, aunque está planeado y contemplado. Faltan apenas unas cuantas horas para iniciar una de las etapas más intensas, importantes y emotivas de toda mi vida.
Esto soy, esto he sido; apenas pinceladas de recuerdos, en tonos grises y pasteles, a veces en vivos y espectaculares brochazos de impresionismo; a veces, el realismo rebasado y otras, apenas trazos y trozos de vida.
Estos trazos, estos trozos no son todos los que forman mí existencia, pero quizá sean los más significativos, los que quiero recordar, los que quiero que se recuerden si a alguien le interesa.
Hoy, ya tengo 45 años. Vamos por más. Celebremos la vida, ¡hagamos del día a día una fiesta!