lunes, 15 de agosto de 2016

El día que invité a comer al novio de mi hija...

La escena se desarrolla en un restaurante.
Padre e hija comen, checan sus celulares.
-Papá, te manda saludar mi novio.
-Ah, qué bien... salúdamelo, también -maldito infeliz-.
-Jajaja... ¿Te cae mal?
-No, amor; no... Es más, dile que lo invito a comer el próximo fin de semana.
-Dile tú... *activa el mensaje de voz del whatsapp*
-Hola... -¿cómo se llama?-
-Papá!! No, no mandaré eso... a ver, graba de nuevo...
-Hola-tú-no-me-acuerdo-de-tu-nombre...
-PAPÁ!!
-Ya, ya... otra vez... Hola, tú -¿cómo se llama? Bueno, como te llames; te invito a comer la próxima semana con Ximena, unos tequilas, y una buena charla; no sé, piénsalo.
-Jajajajajaja... te pasas, papá! Dice que sí, que muchas gracias; que qué divertido y buena onda eres.
Ay, amigos, lo que uno hace por los hijos.
Si entre la concurrencia hay quien pueda venderme un tequila adulterado, de esos que dejan ciega a la gente, lo he de agradecer.

miércoles, 22 de junio de 2016

Nunca traten de olvidar a una persona, "usando" a otra...

Ahora que no me leen, quiero desahogarme, decirles algo que me viene atormentando desde hace unos, varios días. Quizá, semanas.
Nunca, nunca, nunca, nunca traten de olvidar a una persona, "usando" a otra.
No se vale. No es digno.
Y, siempre, alguien sale lastimado.
Siempre.
Lo peor, es que es uno el más lastimado en este engaño.
Y a las pruebas me remito, y disculpen si a sus ojos parezco un maldito mentiroso; lo merezco.
Lo soy. Lo fui.
Y ahora estoy solo. Muy solo.
Frecuentaba yo a una mujer que, siendo honestos, le daba el mismo trato a todos sus "amiguitos" que a mi. Los que la conocieron me advertían: dañará tu corazón, aléjate; ya, déjala.
Pero uno es necio, y en esas cosas del corazón, la verdad, nadie manda.
Al principio la veía una o dos veces por semana. Luego, tres. Luego, en las mañanas, en las tardes y, a veces, sólo a veces, por las noches, en mis escapadas nocturnas. Admito, aquello se convirtió en una obsesión, en un vicio de tremendas dimensiones. De haber podido, habría estado con ella noche y día. Y no exagero.
Al tiempo, las insistentes voces de quienes sabían de mi insana relación, fueron contundentes: déjala o sufrirás lo indecible.
Así, al tiempo, me fui convenciendo que no era sano, que no debía, y sin querer, fui espaciando las salidas, los encuentros, y me refugié en otra persona, que había conocido en el ínter.
Y, créanme, no hay peor infierno que ver a dos personas que nada tienen qué ver, una con la otra; caracteres, intenciones, preparación, incluso y, con la segunda, comencé a frecuentarla, a estar en contacto. "Ella, sí, para que veas; ella cuidará tu corazón, tu salud emocional; ella te conviene", me decían.
Y ahí estuve, insistiendo, frecuentando, dejando de ver a "la otra" y sí, cabe decirlo: mi corazón comenzó a sentirse mejor, pero sólo eso.
Porque, qué les digo, cuando uno quiere, pues no hay manera de olvidar, así, nomás.
Y así estuve, entre dos aguas, mintiendo, engañando.
"¿Ya no la ves?", me preguntaba la segunda, y yo mentía, vil y asquerosamente.
Y como no hay mentira que aguante cien años (vaya, ni siquiera dos meses), pues un día tuve que hablar con la segunda, decirle que me seguía viendo a hurtadillas con la primera.
"Me he dado cuenta", me dijo. "¿Sabes? Creo que no tenemos nada qué hacer juntos; ve con ella; sé 'feliz".
Y salí corriendo a buscarla, pero cruel es el destino: doña Lupe, la de las quesadillas grasientas, YA NO TIENE SU PUESTO CERCA DE MI CASA!
Y, la nutrióloga, ni qué decirles: me odia, y no cree en mí.
Chale.
No lo hagan, amiguitos; no lo hagan.

martes, 7 de junio de 2016

Bitácora de un silente. Día 8: un consentido de Dios

Bitácora de un silente.
Día 8.
Hace una semana estaba saliendo del quirófano.
Pareciera que fue hace mucho tiempo. Al menos, a mí me lo parece.
Hoy es mi último día de silencio.
Por prescripción médica, ya mañana podré hablar, cantar, recitar... Y tengo tantas ganas de decir tantas cosas! De ésas que de viva voz tienen su propio peso, su justa medida. Su infinito.
Mañana buscaré el viento para alcanzar su oído. El de ustedes, amables lectores, ternurines de luz sin foco que han estado aquí, aguantando mis historias.
Soy un hombre afortunado; como suelen decir, un consentido de Dios. Eso soy.
Eso somos.

lunes, 6 de junio de 2016

Un Fénix, no más....

Bitácora de un silente.
Día 7.
Es el día en que casi están listas las alas, luego de arderlas, como tantas veces. 
Porque la vida se trata, para mi y sólo para a mi, de ser un Fénix, de quemarse, arderse, inmolarse por voluntad... y volver a nacer.
Anoche pensaba en esto: ¿cuántas veces me he incendiado y he vuelto a nacer?
Por mínimo que sea, hay motivos:
La primera pelea, con algún compañerito de la escuela; la primera ruptura emocional; vaya, hasta cuando decidí que no era Chapingo la escuela donde debía estar...
Todos los días, todo el tiempo; pequeños incendios, pequeños resurgimientos.
O aquellos que, a simple vista, son hermosos siniestros que, de tan inmensos alcanzan a iluminar a otros.
Como cuando dejé las drogas, y el proceso me llevó más de un año y medio de fuego-fuego-fuego-fuego...
Como cuando aprendí a vivir tuerto, 5 años, hasta que la piadosa Karina Monroy me acercó a la gente adecuada y pude recuperar la córnea del ojo izquierdo.
Quizá la mía sea una mirada romántica a los sucesos que me han transformado y los que, por decisión, he cambiado. No es fortuito, pues, que uno admita y busque el cambio.
Y es tan hermoso arder, morir... y volver a nacer.
Así me siento hoy, una vez más, desafiando al destino.
Estoy a nada de volver a hablar, tras varios años en los que, por ronquera, prefería escuchar.
Quizá hoy tengo algo importante qué decir; quizá no. Qué importa. Lo que tengo que hablar y decirme, ya lo sé:
Que no hay nada que se le compare a esto de incendiarse, quemar lo que no sirve, y re nacer en un mejor yo para conmigo.
Finalmente, al único que le rindo cuentas al inicio y al final de cada día es a mi.
Y que de mis actos hablen (o no), los demás.
Hoy siento tanta emoción, como cuando, al salir del hospital donde me transplantaron la córnea, al salir, me topé con hermoso y contundente arcoiris.
Como cuando dejé las drogas y pude, al fin, dormir y rescatarme.
Como cuando olvidé, por gusto y cuenta propia, un dolor del corazón y pude amar, otra vez.
Así me siento hoy.
Listo para decirme algo importante y, si del incendio cenizas quedan, ahí se las dejo de tarea.
Sonrían, háganse ese favor.

sábado, 4 de junio de 2016

Bitácora de un silente. Día 5.

Bitácora de un silente.
Día 5.
Contrario a lo que pudiera pensarse, creerse, suponerse, asumirse, querido y amable lector: no he sucumbido ante la tentación de hablar.
Vaya, ni siquiera conmigo mismo lo he hecho; han sido, en todo caso, reflexiones en voz alta, algunas, otras, en suspiros, casi. Todo en mi imaginación, cabe aclarar.
Me ha ayudado a mantenerme incólume e inamovible del propósito, el hecho de que he estado trabajando desde el mail, el whatsapp y que, sorprendente, en 5 días el teléfono sólo ha sonado en dos ocasiones, mismas que desvié la llamada, para no estar en la tentación de decir, en voz baja: "no puedo hablar... QUE NO PUEDO HABLAR!"
Y antes de ir en contra de la prescripción médica y en contra de mis instinto natural de RP, he declinado atender el celphone de manera convencional.
Y, bueno, entre la chamba y el Netflix, ahí la llevo.
Pensaba que ésta sería una buena etapa para ver, por fin y al cabo, la 3a temporada de Agentes de Shield que, amablemente, me regaló mi tío Jorge. Pero no.
Creí que, convaleciente, aprovecharía para terminar la 2a revisión a Los Tudors, y no; tampoco.
Me encontré, para mi ñoña suerte, con que en Netflix están dando todas las temporadas de That 70's Show, donde estoy dejando mis ojeras y mis horas vagas.
Día 5 y aún no tengo ganas de salir gritando o cantando; será que, como sabiamente me escriben mis allegados: "ya falta menos", y esa frase me ha hecho entender algo que ni me imaginaba: ya falta menos (como si no me hubiera dado cuenta yo de eso; han de creer que diciéndome eso, ooooooooobvio, yo caeré en la cuenta de que estaban mal mis cuentas y sí, efectivamente, falta menos). Chale.
No se ofendan, ternurines de luz de foco sin filamento: Como dice la Orayen: "eres un amargado feliz" (jajaajaja y más jajajaja).
Sábado y yo, despierto desde las 8am. ¡Maldita maldición!
Sean felices.
Yo lo soy. A mi manera, pero lo soy.
P.D. Mi eterno agradecimiento a los médicos, enfermeras y a todos los trabajadores del Instituto Nacional de Rehabilitación, donde me han estado tratando desde hace varios meses, y donde me han realizado mis dos operaciones. Personal e instalaciones, al nivel del mejor hospital privado.
Vayan con Dios, y desayunen algo, que estar en ayunas causa pólipos.

Bitácora de un silente. Día 4

Bitácora de un silente.
Día 4.
Ni crean que he aguantado tanto silencio.
Pero, aclaro, tampoco he tenido necesidad de hablar... Lo he hecho por necio, por querer escuchar cómo suena mi nueva voz. 
Bueno, tampoco exageré; fue apenas un mensajito de voz a Ximena que, cabe aclarar me puso una regañiza.
Y no es que fuera yo el más parlanchín (bueno, sí; la neta es que sí, cuando tomo el micrófono, no lo suelto; como suele ocurrirnos a todos los comunicadores: somos de un ego tremendo y sí, a veces nuestras charlas son, más bien, eternos monólogos de lo que hacemos, haremos o quisimos hacer; pero esa es otra historia).
Nada, pues. No he hablado. Apenas un mensaje de 10 segundos que le mandé a Ximena y uno más a Pedacito de cielo (otra regañiza, cabe aclarar), nomás por escuchar mi nueva voz.
Ay, y apenas es la mitad del camino.
Será el día 7 de junio cuando pueda hablar y, no me hagan caso, creo que coincide con el día de la libertad de prensa o un día del periodista.
Quizá ese día tenga que gritar tantas cosas que he callado. Quizá, no.
Bueno, guatéver (como solía decir mi jefa en Capital 21, y era muy divertido escucharla burlarse de ello); aquí sigo y aún no muero en el intento de guardar silencio.
Sean felices.

Bitácora de un silente. Día 3.

Bitácora de un silente.
Día 3.
En tres dias no he recibido ninguna llamada; eso, si, muchos mensajes de whatsapp.
No es lo mío, lo mío, estar contestando largo y tendido, pero lo he hecho; sobre todo, agradecido de quienes preguntan de mi estado de salud y de ánimo.
El primero, en franca mejoría; las molestias de una operación de dos horas van cediendo. Me duele la mandíbula y creo que me aflojaron un diente; dolor de cuello, también cediendo.
El segundo, no sé. Tendré que salir a la farmacia y llevar en un papel escrito lo que tanto temía: "No puedo hablar; me operaron de la garganta; deme tal medicamento".
Si el vendedor (a) pudiera acaso preguntarme: "pero qué le pasó?", tendré listo otro papel que indique, sutilmente: "con una chingada; que parte de ME OPERARON DE LA GARGANTA no entendió?".
Ya saben, todo lindo.
No, no, no; aún no entro en crisis; son tres días caaaaaaaaaaaasi sin hablar, y digo casi, porque de repente se me han salido dos que tres palabritas (lo cual ya me provoco regaños de mis hermanas) y casi golpes de mi hija.
No soy necio, pero empiezo a desesperarme.
Tantos días sin hablar, está canijo.
Hasta aquí, mi reporte, Denisse.

Bitácora de un silente. Día 2

Bitácora de un silente.
Día 2.
De las cosas que me callo, y de las cosas que no digo.
La delgada línea, que le llaman.
De mis letras, tan ruidosas, y mis palabras, escondidas.
Segundo día de silencio y sin tabaco.
Creo que comienzo a enloquecer.
Creo que esta vez comienzo a ser resiliente, en serio.
Tengan buen día, hoy que aún estoy de buenas.

La experiencia de mi operación reciente: puro dolor.

Créanme: lloré.
Eso de que te rodeen cuatro médicos y uno te meta un tubo en la boca.... Y llegue hasta tu garganta, no es lindo. 
No. No lo es.
Lloré y lloré porque no fue una, sino CUATRO veces que se repitió el procedimiento porque, pues no, uno no está acostumbrado a que le entren cosas en la boca y lleguen hasta la garganta, mientras el médico (de no mal ver, hay que decirlo), le indicaba a la doctora: "póngale lubricante, porque se atora a la mitad".
Y yo, entre el dolor de sentirme ultrajado de mi garganta, y la estúpida risa de mis pendejos pensamientos Standoperos, pues terminé llorando, llorando, llorando hasta que, Dios Bendito (sí, leyeron bien: Dios bendito; la Janitzia me hizo entender lo contundente de mi expresión), cuando el doctor me la dejó ir hasta el fondo, la tercera doctora me anestesió tan profundo que apenas vengo despertando.
Gracias a todos por sus comentarios, oraciones, veladoras, alebrijes y rebujos, albures y calambures.
A partir de hoy, estaré 8 días en silencio ABSOLUTO, y en reposo, también.
Prescripción médica, le llaman.
Y ya, en unas dos horas más, me largo a mi casa.
Creo que hice las paces con el buen Yisus.

jueves, 5 de mayo de 2016

Tenemos secuestrada a Ximena... El pinche susto de mi vida.

-Tenemos secuestrada a tu hija.
Mi corazón se heló. Mi sensatez se fue a la mierda y mi razonamiento se nubló.
Sólo se repetía en mi cabeza la misma frase.
Minutos antes, Ximena me había enviado un mensaje: "secuestraron a mi mamá y me dijeron que fuera por ella a la plaza...", y antes de que mi hija me respondiera llamadas (hice mil intentos) y el mismo mensaje, su whatsapp se bloqueó y ya no recibía nada ni contestaba nada.
Hablé con la mamá, que estaba en un desayuno, y eso empeoró todo.
-Tienes que depositar 150 mil pesos; eres periodista, los debes tener a la mano o quien te ayude; se trata de un secuestro exprés y queremos que todo se resuelva de la manera más rápida posible.
Insultos más, insultos menos, indicaciones más, indicaciones menos, el tipo me dio información de Ximena que describía muchas cosas de ella.
-Pónmela al teléfono.
-No; no estás en posición de pedirme nada. Dime algo que solo ella y tú sepan, y te vuelvo a marcar.
A la siguiente llamada, el tipo de mio el dato que yo le pedía y efectivamente., era real.
-No tengo ese dinero y no creo conseguirlo.
-Ok. 10 mil podrás conseguirlos?
Me dio un número de cuenta, y me dijo: espera instrucciones.
Llamadas a Ximena, llamadas a la mamá, y nada, la hija seguía sin responder.
Minutos más (de esos que se vuelven intolerables, insoportables), minutos menos, la última llamada fue:
-Vas a seguir mis instrucciones: desconecta el whatsapp de tu teléfono, desconecta cualquier manera de comunicación, y a partir de este momento no me cuelgas la llamada o la mato. 
-Tengo que entrar a un elevador, se va a cortar.
-No me cuelgues o la mato.
Me subo al auto, rumbo a encontrarme con la mamá de Ximena, hacer el depósito, cuando veo en la pantalla de mi cel que me estaban llamando tanto Ximena como la mamá, y le digo al tipo:
-Tengo que colgar, me estoy quedando sin batería.
-No me cuelgues o se muere tu hija!
Colgué y de inmediato llamé a ambas.
Ximena estaba en su casa, con la mamá.
Y el resto de la historia se resuelve así:
Ximena salió a depositar su mesada a un Oxxo, y la tenáin secuestrada, sí, telefónicamente; a ella le dijeron lo mismo: si cuelgas, mato a tu mamá. Por eso ella no respondía ni llamadas ni el whatsapp, pues también le habían indicado que desconectara todo y que no atendiera ninguna llamada, pero nunca estuvo secuestrada físicamente, por decirlo de un modo.
La hija está bien, en casa.
Tomaremos las precauciones necesarias y haremos lo que legalmente haya qué hacer: denunciar, dar los datos del número telefónico y el número de cuenta bancaria al que pedían se hiciera el depósito.
Y cuento esto, porque nadie está libre de que pueda ocurrirle, para que sepan que, sea lo que sea, uno debe colgar y cerciorarse de que la persona "secuestrada" no responda y esté, en el peor de los casos, en esa circunstancia.
El secuestrador no va por un muerto; va por dinero, eso es obvio, y le interesa negociar, ganarse ese dinero.
Bueno, Ximena está muy joven para saberlo, así que reaccionó de la manera incorrecta.
Lo bueno, bendito Dios, es que está sana y salva en casa.
Y disculpen ustedes, los que me conocen saben que no soy muy afecto de quejarme de la vida ni estar llorando... pero necesitaba contarlo por si alguien estuviera en el caso, pueda tener un referente de qué hacer o no hacer.
Denme un bolillo pa'l susto. Si se puede, con jamón y queso, sin aguacate.
Les juro, amigos, es el peor susto de toda mi vida.

miércoles, 13 de abril de 2016

Historia de un Fénix que hace 3 años quemó sus alas...

Despertó, como siempre, con el ánimo hasta el cielo.
Su infinita dicha estaba ahí, frente al espejo. Sin sonrisas, pero con esa paz interior que él conocía de sobrada manera. 
Algunas lagañas, algunos dolorcillos. Qué importaba. 
Se veía bien, aunque no caía mal una sonrisa.
Y sonrió, como sonríen los valientes, los guerreros, los Ícaros.
Qué más; él era un Fénix.
Al vestirse, se miró las alas:
Estaban rotas.
Algo desgastadas.
Y cómo no, si eran de esas alas que uno compra en el mercado, creyendo que son "de marca" y no, no lo eran.
Lo peor, o lo mejor, él, lo supo siempre. Pero necesitaba volar.
Cuando las compró, pensó: "Si las cuido, quizá puedan durar siempre; toda la vida, quizá".
Pero como esas mentiras que uno suele contarse, ésta también se venció.
Y esa mañana, como todas las mañanas, él se miró al espejo y no, ya no pudo engañarse: sus alas estaban rotas, roídas, casi sin plumas.
Y fue así que, como suelen hacer los Fénix, voló con gran esfuerzo hacia el sol y, como sucede en estos casos, se inmoló.
El sol lo abrasó, lo abrazó, y él lloró porque, aunque nadie lo sepa, los Fénix lloran cuando deben cambiar de alas.
Y lloró hasta lo más profundo que alguien puede llorar: en silencio. Absoluto silencio.
Y cayó, cayó, cayó... y también calló, porque así son los Fénix: lloran y mueren en silencio, hasta convertirse en cenizas.
Hace unos días, unas semanas, ese Fénix vuela alto, se divierte, hace piruetas en el cielo azul y piensa que ya, que ya es tiempo.
Hoy se mira al espejo, ha vuelto a sonreír. Tiene alas nuevas, hechas con manos de ángel, de esas que no se rompen, de esas que son altamente codiciadas en ese mundo de los cielos.
Sí, ni los Fénix saben cuánto tiempo tardarán en renacer de las cenizas, pero siempre, siempre lo hacen.
Hoy todos lo ven volar, y lo acompañan con sus sonrisas.
Quizá, sólo quizá, ya sea tiempo de anidar.
En esos ojos gitanos, de mar... quizá.

domingo, 6 de marzo de 2016

Soy un tipo afortunado; vivir apasionado 29 años...

Soy un tipo afortunado.
Sin duda.
Desde muy pequeño supe que este mundo de la farándula era lo mío.
A los 8 años trabajaba como "cerillito" en una tienda de autoservicio, y lo que juntaba lo gastaba en las revistas que traían el "detrás de cámaras" de películas como Superman, Vaselina, y en una enciclopedia de ejemplares "coleccionables", que traían las biografías de Marlon Brando, Marilyn Monroe, James Dean, Sofía Loren y otras estrellas del cine.
Al tiempo, cuando mi papá me hizo un regalo, le pedí que fuera la suscripción al Excélsior, primero, y a El Universal, después.
Ahí leía a Renato Leduc, al maestro Carlo Coccioli, al que luego fue mi maestro, don Leopoldo Meraz, y a muchas plumas entrañables.
Por si fuera poco, cada semana compraba el Tele*Guía y ahí, a otras plumas más.
Yo quería escribir.
Eso era lo que buscaba.
Y cuando en la secundaria, me desvelaba viendo películas en blanco y negro (mi tv era de blanco y negro, ja), con Mae West, Chaplin, los Hermanos Marx, John Wayne y decenas de otros.
Y sí, a esa edad veía cosas como El Ciudadano Kane y otros clásicos de la cinematografía mundial.
Y desde entonces, me enamoré de esto: contar historias de otros, de los famosos, de las celebridades.
Soy afortunado, porque supe, desde entonces, que quería ser periodista.
Y lo logré.
A los 21 años puse por primera vez un pie en una redacción, la de El Heraldo de México, cuando no había tantos medios y, especialmente, El Heraldo era EL PERIÓDICO que toda la farándula nacional leía.
Desde entonces, con los giros que le he dado a mi vida, yendo de un medio a otro, siendo a veces borracho; otras, las más, cantinero, he sido muy feliz.
He viajado.
He conocido.
He llorado.
He reído.
Como todos, pero con un ingrediente que marca la diferencia: con pasión.
Toda mi vida ha sido pura intensidad.
Yo, cuando quiero, voy con todo, y tiro a matar.
No entiendo las medias tintas.
Lo mío, lo mío es andar siempre en el filo de la navaja, la adrenalina, pues.
No entiendo la vida de otra manera. Y así, afortunadamente, ha sido durante estos 29 años de periodista que cumplo mañana:
Un ir y venir de historias, de anécdotas, de páginas y cientos de historias.
Han pasado tantos años y, créanme, aún no me cansa, aun no me aburre.
Soy afortunado, sí, en haber encontrado desde muy joven el camino.
Lo demás, lo que haya lo grado, para bien o para mal, han sido mis pasos, mis decisiones, los que me han traído aquí, en este andar que, espero, pueda seguir contando.
He sido afortunado de haber encontrado, en todos estos años, amigos entrañables, a los que llamo honestamente y con el corazón en la mano: mi familia. Con ustedes duermo, despierto, como, ceno, me emborracho, sufro, gozo y ahí están, siguen estando, acompañando y apoyando las locuras que aún se me ocurren, las historias que aún me apasionan, las que despiertan estas letras que no se cansan de hablar por mi.
Un aplauso para mi, que he abusado de tanta dicha; un aplauso, para mi, de mi, por haberme atrevido, por haberme decidido, por estar aquí, a tantos años, con esta pasión con la que vivo y he vivido.
Que sean más, muchos más, Víctor Hugo.


miércoles, 2 de marzo de 2016

A punto de inmolarme... otra vez.

A punto de inmolarme.
Otra vez.
El 17 de marzo me operarán del pólipo en cuerdas vocales. Y eso, es el inicio del fuego.
Me explico:
1.- A partir de ese día tendré que estar 10 días SIN HABLAR. Es parte de la recuperación. Y yo, que vivo de hablar y hablar, de comunicarme todos los días con los colegas. Imaginen el martirio. Sí, ya sé que tengo otras formas de comunicarme, pero no es lo mismo. Los reto a que estén un día sin hablar.
2.- Por si fuera poco, pues ese día bye-bye-bye for ever and ever al cigarro. Ya lo vengo intentando desde hace unas semanas y, bueno, me queda claro que desde ese día, never more.
3.- Tengo una semana caaaaaaaaaaaaaaasi sin refresco. Digo, de los 5 que me tomaba a diario, me he tomado como 3 EN UNA SEMANA!
4.- Pues, ya de paso, regresaré a beber agua y, por qué no, pues tendré que llevar una dieta estricta: cero irritantes, cero grasas, todo muy sano.
Es, más que inevitable, necesario que me atienda, que resuelva esta situación de salud. Así que, chamba más, chamba menos, he pensado seriamente en ausentarme esos días días, y quizá me rente las películas que no he visto, las series que me faltan (afortunadamente en esos días estrenarán House of cards, y espero que entreguen todos los episodios juntos) y me encierre sin saber nada del mundo.
Como cuando dejé las drogas.
Como cuando recuperé la vista.
Una vez más me inmolaré, y habré de renacer una vez más.
Más fuerte.
Más paciente.
Más tolerante.
Menos aprehensivo.
Más feliz.
Y otra vez, va por mí y por todos mis compañeros.
Preparen las antorchas.


Ahí les voy.