sábado, 4 de junio de 2016

La experiencia de mi operación reciente: puro dolor.

Créanme: lloré.
Eso de que te rodeen cuatro médicos y uno te meta un tubo en la boca.... Y llegue hasta tu garganta, no es lindo. 
No. No lo es.
Lloré y lloré porque no fue una, sino CUATRO veces que se repitió el procedimiento porque, pues no, uno no está acostumbrado a que le entren cosas en la boca y lleguen hasta la garganta, mientras el médico (de no mal ver, hay que decirlo), le indicaba a la doctora: "póngale lubricante, porque se atora a la mitad".
Y yo, entre el dolor de sentirme ultrajado de mi garganta, y la estúpida risa de mis pendejos pensamientos Standoperos, pues terminé llorando, llorando, llorando hasta que, Dios Bendito (sí, leyeron bien: Dios bendito; la Janitzia me hizo entender lo contundente de mi expresión), cuando el doctor me la dejó ir hasta el fondo, la tercera doctora me anestesió tan profundo que apenas vengo despertando.
Gracias a todos por sus comentarios, oraciones, veladoras, alebrijes y rebujos, albures y calambures.
A partir de hoy, estaré 8 días en silencio ABSOLUTO, y en reposo, también.
Prescripción médica, le llaman.
Y ya, en unas dos horas más, me largo a mi casa.
Creo que hice las paces con el buen Yisus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Trolls, favor de abstenerse. No son bienvenidos.