Bitácora de un silente.
Día 4.
Ni crean que he aguantado tanto silencio.
Pero, aclaro, tampoco he tenido necesidad de hablar... Lo he hecho por necio, por querer escuchar cómo suena mi nueva voz.
Bueno, tampoco exageré; fue apenas un mensajito de voz a Ximena que, cabe aclarar me puso una regañiza.
Y no es que fuera yo el más parlanchín (bueno, sí; la neta es que sí, cuando tomo el micrófono, no lo suelto; como suele ocurrirnos a todos los comunicadores: somos de un ego tremendo y sí, a veces nuestras charlas son, más bien, eternos monólogos de lo que hacemos, haremos o quisimos hacer; pero esa es otra historia).
Nada, pues. No he hablado. Apenas un mensaje de 10 segundos que le mandé a Ximena y uno más a Pedacito de cielo (otra regañiza, cabe aclarar), nomás por escuchar mi nueva voz.
Ay, y apenas es la mitad del camino.
Será el día 7 de junio cuando pueda hablar y, no me hagan caso, creo que coincide con el día de la libertad de prensa o un día del periodista.
Quizá ese día tenga que gritar tantas cosas que he callado. Quizá, no.
Bueno, guatéver (como solía decir mi jefa en Capital 21, y era muy divertido escucharla burlarse de ello); aquí sigo y aún no muero en el intento de guardar silencio.
Sean felices.
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