Voy a cumplir 49… y aún no aprendo nada.
Me siguen gustando las mañanas y los atardeceres, las noches
y la lluvia, el sol, las madrugadas.
Me siguen gustando los extremos de una línea. No me gustan
las mitades ni las cosas a medias.
Me sigue gustando estar en el filo de una navaja. Sea el amor,
el trabajo, la amistad: lo mío, lo mío es: todo o nada.
Y a veces, todo; a veces, nada.
Y, cuando todo: sonrío.
Y, cuando nada, sonrío.
Así he vivido siempre.
No me pregunten por qué, de dónde lo aprendí, de dónde lo
saqué.
Lo mío, lo mío, es el riesgo, lo que mata o salva.
Y aquí estoy, a dos días de cumplir 49 años.
Y sigo riendo, como si nada.
Como si fuera el primer día.
Hay sol? Hay lluvia? Hay frío? Hay esperanza?
Y me quedo con la última, que me ha salvado de irme muchas
veces.
Esperanza, esa fuerza que levanta, que me hace despertar
cada mañana y, soñar, las madrugadas.
Porque pude elegir la certeza de lo cotidiano pero, no: yo
me fui por la tangente, por ese rumbo que espanta; yo me fui por los madrazos,
por la lucha, por la entrega.
Perdón, pero no sé vivir a medias tintas: soy o, de plano,
no soy ni me parezco.
Y a nadie culpen de mi dicha. Soy responsable absoluto de mi
risa y de mi llanto.
Y, sí: a veces río; a besos, he llorado.
Pero eso soy, es mi quintaescencia y no lo cambio por nada.
Llegar a mis 49 pleno de ganas, pleno de todo. O casi todo.
Porque, amigos, el tiempo no transcurre en balde. Nos deja
fuertes enseñanzas, aminora las batallas, y recrudece el alma.
Y creo, sin temor a equivocarme, que he vivido como he querido,
como he aprendido.
Y, sí, confieso que he vivido, y he pecado, y he sido bueno
y he sido malo.
Y he sido. Y con eso me quedo.
Lo que fui, y lo que soy; sin reparar en lo que he sido.
Un verso, un tequila, un sol, la nube, la luna en mi
almohada, y el sueño en la mía y en cualquier cama.
He amado hasta el infinito del placer y del dolor, y he sido
recompensando en unas, pocas, cuantas ocasiones.
Y no hay queja. Así ha sido. Por decisión y por olvido, y
porque de algo estoy convencido: el camino del olvido está lleno de besos, de
vasos, de voces y de veces, de esas en que uno decide que el amor es un tirano.
Soy padre, no sé si bueno o malo, pero soy padre de una
adolescente hermosa. Y es ella quien llena de sueños y de colores este mundo. Y
yo, el lienzo, y el día a día, la paleta.
Soy padre, y he sido hijo, hermano, sobrino, primo, amigo…
he sido de todo, y he sido de nadie. Porque, aún enamorado hasta el tuétano, siempre
he estado solo, y así sigo.
Celebrar la vida, celebrar la muerte, es el don que se me ha
dado; conferido, pues, para hacer de este andar una mera fiesta.
He tardado tantos años, 49,en entenderlo.
Venga hoy la fiesta, el abandono y el olvido.
Que de polvo somos, y en polvo nos convertiremos.
Y, a ti, gracias por ser y por no estar; por no ser y por
estar.
Porque, vive Dios, el día que no pueda mirarme y hacer
fiesta en unos ojos hermosos, creo,
comenzaré el viaje de regreso.
Voy a cumplir 49, y eso de vivir en paz y en tranquilidad no
se me da y creo, pues, que aún no aprendo nada.