Bitácora de un silente.
Día 8.
Hace una semana estaba saliendo del quirófano.
Pareciera que fue hace mucho tiempo. Al menos, a mí me lo parece.
Hoy es mi último día de silencio.
Por prescripción médica, ya mañana podré hablar, cantar, recitar... Y tengo tantas ganas de decir tantas cosas! De ésas que de viva voz tienen su propio peso, su justa medida. Su infinito.
Mañana buscaré el viento para alcanzar su oído. El de ustedes, amables lectores, ternurines de luz sin foco que han estado aquí, aguantando mis historias.
Soy un hombre afortunado; como suelen decir, un consentido de Dios. Eso soy.
Eso somos.
Relatos breves (a veces)de alguien que, confiesa, también ha vivido, ha muerto y ha vuelto a nacer en múltiples ocasiones. Un Fénix que resurge constantemente de sus cenizas.
martes, 7 de junio de 2016
lunes, 6 de junio de 2016
Un Fénix, no más....
Bitácora de un silente.
Día 7.
Es el día en que casi están listas las alas, luego de arderlas, como tantas veces.
Porque la vida se trata, para mi y sólo para a mi, de ser un Fénix, de quemarse, arderse, inmolarse por voluntad... y volver a nacer.
Anoche pensaba en esto: ¿cuántas veces me he incendiado y he vuelto a nacer?
Por mínimo que sea, hay motivos:
La primera pelea, con algún compañerito de la escuela; la primera ruptura emocional; vaya, hasta cuando decidí que no era Chapingo la escuela donde debía estar...
Todos los días, todo el tiempo; pequeños incendios, pequeños resurgimientos.
O aquellos que, a simple vista, son hermosos siniestros que, de tan inmensos alcanzan a iluminar a otros.
Como cuando dejé las drogas, y el proceso me llevó más de un año y medio de fuego-fuego-fuego-fuego...
Como cuando aprendí a vivir tuerto, 5 años, hasta que la piadosa Karina Monroy me acercó a la gente adecuada y pude recuperar la córnea del ojo izquierdo.
Quizá la mía sea una mirada romántica a los sucesos que me han transformado y los que, por decisión, he cambiado. No es fortuito, pues, que uno admita y busque el cambio.
Y es tan hermoso arder, morir... y volver a nacer.
Así me siento hoy, una vez más, desafiando al destino.
Estoy a nada de volver a hablar, tras varios años en los que, por ronquera, prefería escuchar.
Quizá hoy tengo algo importante qué decir; quizá no. Qué importa. Lo que tengo que hablar y decirme, ya lo sé:
Que no hay nada que se le compare a esto de incendiarse, quemar lo que no sirve, y re nacer en un mejor yo para conmigo.
Finalmente, al único que le rindo cuentas al inicio y al final de cada día es a mi.
Y que de mis actos hablen (o no), los demás.
Hoy siento tanta emoción, como cuando, al salir del hospital donde me transplantaron la córnea, al salir, me topé con hermoso y contundente arcoiris.
Como cuando dejé las drogas y pude, al fin, dormir y rescatarme.
Como cuando olvidé, por gusto y cuenta propia, un dolor del corazón y pude amar, otra vez.
Así me siento hoy.
Listo para decirme algo importante y, si del incendio cenizas quedan, ahí se las dejo de tarea.
Sonrían, háganse ese favor.
Día 7.
Es el día en que casi están listas las alas, luego de arderlas, como tantas veces.
Porque la vida se trata, para mi y sólo para a mi, de ser un Fénix, de quemarse, arderse, inmolarse por voluntad... y volver a nacer.
Anoche pensaba en esto: ¿cuántas veces me he incendiado y he vuelto a nacer?
Por mínimo que sea, hay motivos:
La primera pelea, con algún compañerito de la escuela; la primera ruptura emocional; vaya, hasta cuando decidí que no era Chapingo la escuela donde debía estar...
Todos los días, todo el tiempo; pequeños incendios, pequeños resurgimientos.
O aquellos que, a simple vista, son hermosos siniestros que, de tan inmensos alcanzan a iluminar a otros.
Como cuando dejé las drogas, y el proceso me llevó más de un año y medio de fuego-fuego-fuego-fuego...
Como cuando aprendí a vivir tuerto, 5 años, hasta que la piadosa Karina Monroy me acercó a la gente adecuada y pude recuperar la córnea del ojo izquierdo.
Quizá la mía sea una mirada romántica a los sucesos que me han transformado y los que, por decisión, he cambiado. No es fortuito, pues, que uno admita y busque el cambio.
Y es tan hermoso arder, morir... y volver a nacer.
Así me siento hoy, una vez más, desafiando al destino.
Estoy a nada de volver a hablar, tras varios años en los que, por ronquera, prefería escuchar.
Quizá hoy tengo algo importante qué decir; quizá no. Qué importa. Lo que tengo que hablar y decirme, ya lo sé:
Que no hay nada que se le compare a esto de incendiarse, quemar lo que no sirve, y re nacer en un mejor yo para conmigo.
Finalmente, al único que le rindo cuentas al inicio y al final de cada día es a mi.
Y que de mis actos hablen (o no), los demás.
Hoy siento tanta emoción, como cuando, al salir del hospital donde me transplantaron la córnea, al salir, me topé con hermoso y contundente arcoiris.
Como cuando dejé las drogas y pude, al fin, dormir y rescatarme.
Como cuando olvidé, por gusto y cuenta propia, un dolor del corazón y pude amar, otra vez.
Así me siento hoy.
Listo para decirme algo importante y, si del incendio cenizas quedan, ahí se las dejo de tarea.
Sonrían, háganse ese favor.
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