Relatos breves (a veces)de alguien que, confiesa, también ha vivido, ha muerto y ha vuelto a nacer en múltiples ocasiones. Un Fénix que resurge constantemente de sus cenizas.
sábado, 26 de abril de 2014
Cuando dos miradas se cruzan y el Big Bang se queda corto...
Rubia, ojo azul, piel blanca, sonrisa encantadora y hermosos y formidables 30 años (pedir menos sería un exceso y sería altamente criticado por las horadas de cincuenton@s que, como yo, desearían lo mismo).
Nos encontramos así, casual, como suceden estas cosas, sin la intención de nada pero, bueno, el lugar estaba lleno y el mesero ofreció que compartiéramos la mesa y fue ahí, en ese preciso instante en que nuestras miradas se cruzaron, como preguntando en silencio y lo que encontramos fue más allá de un simple "sí".
Ese instante en que las miradas se encontraron fue de esos instantes en que juras nació el Big Bang: una explosión interna de sentimientos, de emociones, ese mentado "click" en el que todo el mundo deja de existir y sólo hay dos que podrían poblar la Tierra y planetas vecinos...
Para no vernos obvios, asumo, dijimos "sí" con la cabeza y, al darnos cuenta de estar en la misma situación, soltamos la carcajada.
Del "en-qué-trabajas-y-a-qué-te-dedicas?" pasamos al "me encantas", ya casi para el postre y el café.
Y tan afortunada es mi existencia que, al pagar la cuenta, salimos del lugar, caminamos un poco y, al despedirnos... Oh my God! Sí, como de película: nos besamos tierna y apasionadamente. Y fue el beso comunión, de esos besos que juras que podrías pasar el resto de tu vida con esa persona. Esa química del cuerpo que te indica: han sido llamados para procrear seres humanos hermosos e inteligentes (macho alfa, hembra alfa, ya saben).
A punto estaba de terminar el beso cuando abrí los ojos para buscarme en el azul de los suyos y, no, no estaba ella... era el maldito despertador el que sonaba y sonaba y no dejaba de sonar.
Damn it!
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