lunes, 15 de agosto de 2016

El día que invité a comer al novio de mi hija...

La escena se desarrolla en un restaurante.
Padre e hija comen, checan sus celulares.
-Papá, te manda saludar mi novio.
-Ah, qué bien... salúdamelo, también -maldito infeliz-.
-Jajaja... ¿Te cae mal?
-No, amor; no... Es más, dile que lo invito a comer el próximo fin de semana.
-Dile tú... *activa el mensaje de voz del whatsapp*
-Hola... -¿cómo se llama?-
-Papá!! No, no mandaré eso... a ver, graba de nuevo...
-Hola-tú-no-me-acuerdo-de-tu-nombre...
-PAPÁ!!
-Ya, ya... otra vez... Hola, tú -¿cómo se llama? Bueno, como te llames; te invito a comer la próxima semana con Ximena, unos tequilas, y una buena charla; no sé, piénsalo.
-Jajajajajaja... te pasas, papá! Dice que sí, que muchas gracias; que qué divertido y buena onda eres.
Ay, amigos, lo que uno hace por los hijos.
Si entre la concurrencia hay quien pueda venderme un tequila adulterado, de esos que dejan ciega a la gente, lo he de agradecer.

miércoles, 22 de junio de 2016

Nunca traten de olvidar a una persona, "usando" a otra...

Ahora que no me leen, quiero desahogarme, decirles algo que me viene atormentando desde hace unos, varios días. Quizá, semanas.
Nunca, nunca, nunca, nunca traten de olvidar a una persona, "usando" a otra.
No se vale. No es digno.
Y, siempre, alguien sale lastimado.
Siempre.
Lo peor, es que es uno el más lastimado en este engaño.
Y a las pruebas me remito, y disculpen si a sus ojos parezco un maldito mentiroso; lo merezco.
Lo soy. Lo fui.
Y ahora estoy solo. Muy solo.
Frecuentaba yo a una mujer que, siendo honestos, le daba el mismo trato a todos sus "amiguitos" que a mi. Los que la conocieron me advertían: dañará tu corazón, aléjate; ya, déjala.
Pero uno es necio, y en esas cosas del corazón, la verdad, nadie manda.
Al principio la veía una o dos veces por semana. Luego, tres. Luego, en las mañanas, en las tardes y, a veces, sólo a veces, por las noches, en mis escapadas nocturnas. Admito, aquello se convirtió en una obsesión, en un vicio de tremendas dimensiones. De haber podido, habría estado con ella noche y día. Y no exagero.
Al tiempo, las insistentes voces de quienes sabían de mi insana relación, fueron contundentes: déjala o sufrirás lo indecible.
Así, al tiempo, me fui convenciendo que no era sano, que no debía, y sin querer, fui espaciando las salidas, los encuentros, y me refugié en otra persona, que había conocido en el ínter.
Y, créanme, no hay peor infierno que ver a dos personas que nada tienen qué ver, una con la otra; caracteres, intenciones, preparación, incluso y, con la segunda, comencé a frecuentarla, a estar en contacto. "Ella, sí, para que veas; ella cuidará tu corazón, tu salud emocional; ella te conviene", me decían.
Y ahí estuve, insistiendo, frecuentando, dejando de ver a "la otra" y sí, cabe decirlo: mi corazón comenzó a sentirse mejor, pero sólo eso.
Porque, qué les digo, cuando uno quiere, pues no hay manera de olvidar, así, nomás.
Y así estuve, entre dos aguas, mintiendo, engañando.
"¿Ya no la ves?", me preguntaba la segunda, y yo mentía, vil y asquerosamente.
Y como no hay mentira que aguante cien años (vaya, ni siquiera dos meses), pues un día tuve que hablar con la segunda, decirle que me seguía viendo a hurtadillas con la primera.
"Me he dado cuenta", me dijo. "¿Sabes? Creo que no tenemos nada qué hacer juntos; ve con ella; sé 'feliz".
Y salí corriendo a buscarla, pero cruel es el destino: doña Lupe, la de las quesadillas grasientas, YA NO TIENE SU PUESTO CERCA DE MI CASA!
Y, la nutrióloga, ni qué decirles: me odia, y no cree en mí.
Chale.
No lo hagan, amiguitos; no lo hagan.

martes, 7 de junio de 2016

Bitácora de un silente. Día 8: un consentido de Dios

Bitácora de un silente.
Día 8.
Hace una semana estaba saliendo del quirófano.
Pareciera que fue hace mucho tiempo. Al menos, a mí me lo parece.
Hoy es mi último día de silencio.
Por prescripción médica, ya mañana podré hablar, cantar, recitar... Y tengo tantas ganas de decir tantas cosas! De ésas que de viva voz tienen su propio peso, su justa medida. Su infinito.
Mañana buscaré el viento para alcanzar su oído. El de ustedes, amables lectores, ternurines de luz sin foco que han estado aquí, aguantando mis historias.
Soy un hombre afortunado; como suelen decir, un consentido de Dios. Eso soy.
Eso somos.

lunes, 6 de junio de 2016

Un Fénix, no más....

Bitácora de un silente.
Día 7.
Es el día en que casi están listas las alas, luego de arderlas, como tantas veces. 
Porque la vida se trata, para mi y sólo para a mi, de ser un Fénix, de quemarse, arderse, inmolarse por voluntad... y volver a nacer.
Anoche pensaba en esto: ¿cuántas veces me he incendiado y he vuelto a nacer?
Por mínimo que sea, hay motivos:
La primera pelea, con algún compañerito de la escuela; la primera ruptura emocional; vaya, hasta cuando decidí que no era Chapingo la escuela donde debía estar...
Todos los días, todo el tiempo; pequeños incendios, pequeños resurgimientos.
O aquellos que, a simple vista, son hermosos siniestros que, de tan inmensos alcanzan a iluminar a otros.
Como cuando dejé las drogas, y el proceso me llevó más de un año y medio de fuego-fuego-fuego-fuego...
Como cuando aprendí a vivir tuerto, 5 años, hasta que la piadosa Karina Monroy me acercó a la gente adecuada y pude recuperar la córnea del ojo izquierdo.
Quizá la mía sea una mirada romántica a los sucesos que me han transformado y los que, por decisión, he cambiado. No es fortuito, pues, que uno admita y busque el cambio.
Y es tan hermoso arder, morir... y volver a nacer.
Así me siento hoy, una vez más, desafiando al destino.
Estoy a nada de volver a hablar, tras varios años en los que, por ronquera, prefería escuchar.
Quizá hoy tengo algo importante qué decir; quizá no. Qué importa. Lo que tengo que hablar y decirme, ya lo sé:
Que no hay nada que se le compare a esto de incendiarse, quemar lo que no sirve, y re nacer en un mejor yo para conmigo.
Finalmente, al único que le rindo cuentas al inicio y al final de cada día es a mi.
Y que de mis actos hablen (o no), los demás.
Hoy siento tanta emoción, como cuando, al salir del hospital donde me transplantaron la córnea, al salir, me topé con hermoso y contundente arcoiris.
Como cuando dejé las drogas y pude, al fin, dormir y rescatarme.
Como cuando olvidé, por gusto y cuenta propia, un dolor del corazón y pude amar, otra vez.
Así me siento hoy.
Listo para decirme algo importante y, si del incendio cenizas quedan, ahí se las dejo de tarea.
Sonrían, háganse ese favor.

sábado, 4 de junio de 2016

Bitácora de un silente. Día 5.

Bitácora de un silente.
Día 5.
Contrario a lo que pudiera pensarse, creerse, suponerse, asumirse, querido y amable lector: no he sucumbido ante la tentación de hablar.
Vaya, ni siquiera conmigo mismo lo he hecho; han sido, en todo caso, reflexiones en voz alta, algunas, otras, en suspiros, casi. Todo en mi imaginación, cabe aclarar.
Me ha ayudado a mantenerme incólume e inamovible del propósito, el hecho de que he estado trabajando desde el mail, el whatsapp y que, sorprendente, en 5 días el teléfono sólo ha sonado en dos ocasiones, mismas que desvié la llamada, para no estar en la tentación de decir, en voz baja: "no puedo hablar... QUE NO PUEDO HABLAR!"
Y antes de ir en contra de la prescripción médica y en contra de mis instinto natural de RP, he declinado atender el celphone de manera convencional.
Y, bueno, entre la chamba y el Netflix, ahí la llevo.
Pensaba que ésta sería una buena etapa para ver, por fin y al cabo, la 3a temporada de Agentes de Shield que, amablemente, me regaló mi tío Jorge. Pero no.
Creí que, convaleciente, aprovecharía para terminar la 2a revisión a Los Tudors, y no; tampoco.
Me encontré, para mi ñoña suerte, con que en Netflix están dando todas las temporadas de That 70's Show, donde estoy dejando mis ojeras y mis horas vagas.
Día 5 y aún no tengo ganas de salir gritando o cantando; será que, como sabiamente me escriben mis allegados: "ya falta menos", y esa frase me ha hecho entender algo que ni me imaginaba: ya falta menos (como si no me hubiera dado cuenta yo de eso; han de creer que diciéndome eso, ooooooooobvio, yo caeré en la cuenta de que estaban mal mis cuentas y sí, efectivamente, falta menos). Chale.
No se ofendan, ternurines de luz de foco sin filamento: Como dice la Orayen: "eres un amargado feliz" (jajaajaja y más jajajaja).
Sábado y yo, despierto desde las 8am. ¡Maldita maldición!
Sean felices.
Yo lo soy. A mi manera, pero lo soy.
P.D. Mi eterno agradecimiento a los médicos, enfermeras y a todos los trabajadores del Instituto Nacional de Rehabilitación, donde me han estado tratando desde hace varios meses, y donde me han realizado mis dos operaciones. Personal e instalaciones, al nivel del mejor hospital privado.
Vayan con Dios, y desayunen algo, que estar en ayunas causa pólipos.

Bitácora de un silente. Día 4

Bitácora de un silente.
Día 4.
Ni crean que he aguantado tanto silencio.
Pero, aclaro, tampoco he tenido necesidad de hablar... Lo he hecho por necio, por querer escuchar cómo suena mi nueva voz. 
Bueno, tampoco exageré; fue apenas un mensajito de voz a Ximena que, cabe aclarar me puso una regañiza.
Y no es que fuera yo el más parlanchín (bueno, sí; la neta es que sí, cuando tomo el micrófono, no lo suelto; como suele ocurrirnos a todos los comunicadores: somos de un ego tremendo y sí, a veces nuestras charlas son, más bien, eternos monólogos de lo que hacemos, haremos o quisimos hacer; pero esa es otra historia).
Nada, pues. No he hablado. Apenas un mensaje de 10 segundos que le mandé a Ximena y uno más a Pedacito de cielo (otra regañiza, cabe aclarar), nomás por escuchar mi nueva voz.
Ay, y apenas es la mitad del camino.
Será el día 7 de junio cuando pueda hablar y, no me hagan caso, creo que coincide con el día de la libertad de prensa o un día del periodista.
Quizá ese día tenga que gritar tantas cosas que he callado. Quizá, no.
Bueno, guatéver (como solía decir mi jefa en Capital 21, y era muy divertido escucharla burlarse de ello); aquí sigo y aún no muero en el intento de guardar silencio.
Sean felices.

Bitácora de un silente. Día 3.

Bitácora de un silente.
Día 3.
En tres dias no he recibido ninguna llamada; eso, si, muchos mensajes de whatsapp.
No es lo mío, lo mío, estar contestando largo y tendido, pero lo he hecho; sobre todo, agradecido de quienes preguntan de mi estado de salud y de ánimo.
El primero, en franca mejoría; las molestias de una operación de dos horas van cediendo. Me duele la mandíbula y creo que me aflojaron un diente; dolor de cuello, también cediendo.
El segundo, no sé. Tendré que salir a la farmacia y llevar en un papel escrito lo que tanto temía: "No puedo hablar; me operaron de la garganta; deme tal medicamento".
Si el vendedor (a) pudiera acaso preguntarme: "pero qué le pasó?", tendré listo otro papel que indique, sutilmente: "con una chingada; que parte de ME OPERARON DE LA GARGANTA no entendió?".
Ya saben, todo lindo.
No, no, no; aún no entro en crisis; son tres días caaaaaaaaaaaasi sin hablar, y digo casi, porque de repente se me han salido dos que tres palabritas (lo cual ya me provoco regaños de mis hermanas) y casi golpes de mi hija.
No soy necio, pero empiezo a desesperarme.
Tantos días sin hablar, está canijo.
Hasta aquí, mi reporte, Denisse.