Ahora resulta...
Ximena me hizo un examen ("un quizz, papá; un quizz!", reclama) para saber cuánto la conozco...
Su canción favorita.
Su libro favorito.
Su comida favorita.
Sus-no-sé-qué-más favoritos.
Todos-sus-favoritos.
Como 10 preguntas.
Respuestas del "quizz" eran de opción múltiple.
Chale.
Sí, adivinaron:
Bueno, pues resulta que, según su "quizz", conozco a Ximena un 40%.
En mi defensa, diré que los hombres somos menos complicados; tenemos muy definidos nuestros Favoritos:
Comida: tacos.
Canción: la que ella canta, que no sé cómo se llama ni quién la interpreta originalmente, pero me gusta cuando ella la canta.
Libro: ninguno, he perdido el gusto por los libros.
¿Ven? Soy tan simple que cualquiera que, sin conocerme en verdad, al menos me haya leído un par de veces, sabe cuáles son mis favoritos: trabajar, ser papá, escribir, reírme como un loco, enamorarme cada dos horas, comer y párenle de contar.
Pero, no, no hay excusa que anime a esta pequeña que, aunque no lo dice, anda como "sentidita" porque ella creyó que yo sabría todo de sus gustos y aficiones.
Bueno, siguiendo la tradición de estos desencuentros, nos iremos a comprarle algo: zapatos, ropa, libros y seguro se contentará, como suelen contentarse todas las mujeres que han cruzado mi calle.
Así que, ya saben, si sus hijos les mandan un "quizz" no lo respondan. Es una trampa.