Agradezco a Dios la vida que tengo.
A mis 49 años, voy entendiendo eso de "hágase tu voluntad y no, la mía".
Tengo lo que necesito, aunque a veces anhele más.
Amo lo que hago, hago lo que amo.
Tengo salud.
A mi familia, a mi hija. Y agradezco.
Tengo amigos, muchos, que día a día me brindan una mano para seguir caminando en este mundo que elegí.
He aprendido, también, a amar en libertad, a ser y estar, aunque no esté, pero siempre sea.
Amo el sol, la lluvia, el hambre, la sed. Por estas cuatro causa me doy cuenta que estoy vivo, que siento, que respiro, y algo más: me muevo hacia la sombra, bebo agua, calmo el hambre.
Y no, no me hagan mucho caso.
Hoy es de esos días en que me siento pleno, dichoso, ebrio de gozo y trementina.
Y agradezco a Dios por todo y tanto.