Relatos breves (a veces)de alguien que, confiesa, también ha vivido, ha muerto y ha vuelto a nacer en múltiples ocasiones. Un Fénix que resurge constantemente de sus cenizas.
miércoles, 25 de julio de 2012
Encontrarnos, 30 años después...
El fin de semana, Julieta Badillo y yo fuimos a comer a un restaurante; muy a gusto, todo, cuando de repente buscaba yo, con la mano, hacer que uno de los meseros me atendiera y, como suele ocurrir en todos los restaurantes, los pinches meseros y los pinches no atendieron mi urgente llamado a todas manos. En eso estaba yo, ondeando mis manitas como si fuera concursante de Miss Universo (ya saben, el clásico "corto-corto, laaaargo y así"), cuando una mujer me miró, me saludó y yo, muerto de pena, pensé "no chingues, esta señora cree que la estoy saludando, gooooei; qué pena!", Y ella, sin dudar, se acercó a la mesa, mientras yo, como si hubiera tragado hongos de Alicia en el país de las Maravillas, me hacía chiquitititititito en mi silla... Cuando se acercó, pensé, "debe estar igual de cegatona que yo y me confundió" pero, no, no fue así. Grata sorpresa, casi al borde del llanto y de la risa, cuando vi que esa señora era, nada más y nada menos, que mi prima Marcela Espinosa, con su hija y su esposo. Raro evento, si piensan que, por lo menos, tendríamos mínimo 15 años de no vernos, aunque yo tranquilamente le calculo unos 35 años de no convivir. Abrazos, besos y, en mí, una emoción contenida de encontrarme a mis raíces. Y, ahora sí, prima, hay que vernos!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)