Bitácora de un silente.
Día 7.
Es el día en que casi están listas las alas, luego de arderlas, como tantas veces.
Porque la vida se trata, para mi y sólo para a mi, de ser un Fénix, de quemarse, arderse, inmolarse por voluntad... y volver a nacer.
Anoche pensaba en esto: ¿cuántas veces me he incendiado y he vuelto a nacer?
Por mínimo que sea, hay motivos:
La primera pelea, con algún compañerito de la escuela; la primera ruptura emocional; vaya, hasta cuando decidí que no era Chapingo la escuela donde debía estar...
Todos los días, todo el tiempo; pequeños incendios, pequeños resurgimientos.
O aquellos que, a simple vista, son hermosos siniestros que, de tan inmensos alcanzan a iluminar a otros.
Como cuando dejé las drogas, y el proceso me llevó más de un año y medio de fuego-fuego-fuego-fuego...
Como cuando aprendí a vivir tuerto, 5 años, hasta que la piadosa Karina Monroy me acercó a la gente adecuada y pude recuperar la córnea del ojo izquierdo.
Quizá la mía sea una mirada romántica a los sucesos que me han transformado y los que, por decisión, he cambiado. No es fortuito, pues, que uno admita y busque el cambio.
Y es tan hermoso arder, morir... y volver a nacer.
Así me siento hoy, una vez más, desafiando al destino.
Estoy a nada de volver a hablar, tras varios años en los que, por ronquera, prefería escuchar.
Quizá hoy tengo algo importante qué decir; quizá no. Qué importa. Lo que tengo que hablar y decirme, ya lo sé:
Que no hay nada que se le compare a esto de incendiarse, quemar lo que no sirve, y re nacer en un mejor yo para conmigo.
Finalmente, al único que le rindo cuentas al inicio y al final de cada día es a mi.
Y que de mis actos hablen (o no), los demás.
Hoy siento tanta emoción, como cuando, al salir del hospital donde me transplantaron la córnea, al salir, me topé con hermoso y contundente arcoiris.
Como cuando dejé las drogas y pude, al fin, dormir y rescatarme.
Como cuando olvidé, por gusto y cuenta propia, un dolor del corazón y pude amar, otra vez.
Así me siento hoy.
Listo para decirme algo importante y, si del incendio cenizas quedan, ahí se las dejo de tarea.
Sonrían, háganse ese favor.
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