miércoles, 24 de marzo de 2010

Dejar vicios es cuestión de fondo… sí, de tocarlo


Esta semana estaba a punto de cumplir 4 meses de haber dejado el cigarro y el refresco de Cola (aunque no ponga la marca, me gusta la que le gusta a todo el mundo; sí, la del Santa Claus) cuando “se me atravesó”  el Festival de Jazz en la Riviera Maya; sí, un pretexto para volver a fumar y tomar refresco.
Esta recaída me hace pensar en que quizá tengan razón los grupos de autoayuda y sí, uno siempre quede expuesto a la terrible posibilidad de recaer en otras adicciones, y aunque he cumplido 8 años de no consumir cocaína, vaya, creo que uno quizá nunca pueda cantar victoria y será mejor mantenerse alerta, despierto, por si ese demonio quisiera aparecerse de nuevo… aunque en mi caso, lo dudo mucho por varias razones.
Tocar fondo, en cada caso, es un proceso único e independiente; en el mío, fue un día leer la sentencia de un juez que determinaba: “se le condena a la pérdida de la Patria Potestad de su hija…”, lo que significaba que yo no volvería a ver a mi hija hasta que ella cumpliera 18 años y eso, siempre y cuando ella quisiera verme.
Ana Ximena, mi hija, tenía apenas 4 años cuando esto ocurrió. Y no, no fue por mis adicciones que perdí la Patria Potestad, curiosamente, sino por otras circunstancias que la ley considera más graves aún, como no da pensión alimenticia (que siempre dí, pero nunca pude comprobar en el juzgado; en fin, ni al caso).
De los 3 a los 4 años de edad, no pude ver a mi hija; su mamá, enojada, no me la permitía ver y, bueno, a ese año de sufrimiento se le acumuló esa sentencia que me cayó como un golpe en la cabeza.
Un amigo, Leonardo Stemberg, me dijo esa misma tarde en que había leído apenas la resolución del juzgado: “¡Te felicito! ¡Es lo mejor que pudo haberte pasado!”.
¿Cómo, cómo, cómo, cóooooomo? A ver, dónde encuentro el motivo de alegría, de dicha si te estoy diciendo que ya no podré ver a mi hija nunca más?, le pregunté realmente enojado, enfadado por lo que creí una burla.
“Mira, Víctor Hugo; todos tenemos un fondo, un hasta aquí; el tuyo no es quedarte en la calle, mendingando, asaltando para tener dinero para comprar droga; no está en tu naturaleza; puedes estar mal con las drogas, pero este suceso es tu fondo de dolor, y lo más hermoso  -así me lo dijo- de tocar fondo es que ya no hay más abajo, y entonces comienzas a buscar la manera de salir a flote. No pierdes a tu hija; entiende, la mamá está enojada, no sabe cómo defender a su hija… Te lo digo yo: antes de que te des cuenta, volverás a ver a tu hija, volverás a tu vida sin drogas”.
Le dije que era una estupidez lo que me estaba diciendo, que cómo se atrevía y no sé qué más.
Justo en aquel momento estaba yo en el sexto mes de mi curso de Contranalisis; mis períodos de abstinencia eran cada vez más prolongados y más firmes, así que una vez pasado el enojo, en lugar de preocuparme, me ocupé en resolver la situación que atravesaba.
Apoyado por él y por amigos entrañables –sí, para darle gusto al porro cibernético que me tacha de ser pobre, admitiré que eso de acumular dinero nunca se me ha dado-, pude pagar a uno de los mejores abogados en asuntos familiares, y pude celebrar mi renuncia a la cocaína con una maravillosa noticia: la ley me regresó la Patria Potestad de mi hija poco antes de que ella cumpliera los 5 años de edad.
MI caso causó jurisprudencia (que, entiendo, quiere decir que ahora es un referente en situaciones similares) pero, más allá de eso, la vida me ha dado oportunidad de recuperar tanto que, incluso, hoy mi hija vive conmigo; es decir, desde hace 2 años  tengo ahora la Guarda y Custodia de Ana Ximena, una niña a la que he aprendido a amar conforme he ido aprendiendo a quererme.
Hoy regresé de ese viaje de trabajo a la Riviera Maya, y regresé con una piedrita en el huarache: no me siento cómodo de haber retomado mis hábitos con el cigarro y el refresco pero, qué caray, así fue con la cocaína: poco a poco, con tropiezos, espero dejarlos definitivamente en breve.
Espero que el aprendizaje de aquella vez no tenga que repetirse y tenga yo que tocar fondo con el tabaco y las gaseosas, que mis pulmones o mis riñones me reclamen el abuso de estas sustancias.
Espero, en serio, haber aprendido la lección.

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