sábado, 13 de marzo de 2010

La droga como un boicot, o el miedo a no saber decir “no”

Historia de una adicción, 4a entrega

Un gramo por semana. Luego, un gramo por cada tres días. Luego, a los dos años: uno por día.
¿Qué sentía? Me preguntan mis amigos y algunos lectores.
Sentía miedo. Mucho miedo. Pero no lo sabía.
Me explico:
En ese momento el miedo estaba disfrazado de “buena onda”, de “viva la vida”, de “me vale madres; yo quiero y puedo”.
Así eran los disfraces de mi estupidez.
Y era una estupidez enorme, gigantesca. Ay, cómo duele la estulticia, y la ignorancia de padecerla.
Y en ese miedo, en ese viaje, fui perdiendo sin darme cuenta, a mis amigos, a mi familia… me fui perdiendo a mí mismo.
¿Cómo es que alguien puede decir que ama a alguien, si no ha aprendido a amarse uno? Ya sé que parece un lugar común, pero indispensable para explicarme:
Conocí a Lola, a quien seguiré llamando “el amor de mi vida”, una noche, en una fiesta. Y, lo juro, quedé arrobado, tonto, como levitando, como, como… como nunca más he vuelto a sentirme.
A los tres días estábamos saliendo, y confirmé lo que sentí aquella noche: era, para mí, la mujer más hermosa que jamás haya visto, la única que, sin conocerla, ocupaba mi pensamiento noche y día.
Salimos, y a los tres meses nos hicimos novios.
¿Y qué tiene que ver esta historia con mi creciente adicción? Mucho, mucho en verdad.
Apenas comenzamos a salir, a ser novios, fui derechito a su casa a hablar con sus padres, porque, según yo quería hacer bien las cosas y pedir permiso para salir con la hermosa Lolita cabello negro, piel blanca, ojos grandes… (“ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”), cuando en verdad lo que sentía era un miedo terrible, un miedo tremendo a ser responsable de una relación, a ser responsable de elegir una pareja y hacer una vida adulta… Mucho miedo.
Y sigo explicando:
Fue esa etapa, justo en esa etapa, cuando pasé de un gramo cada tres días, a un gramo por día. Ahora lo veo, en retrospectiva, pero lo veo claro, como el agua: cada vez que la vida me ponía un reto, yo lo echaba a perder, aumentando la dosis, aumentando la informalidad de mi persona.
En esas estaba, vuelto loco por Dolores, enamorado hasta el tuétano, enamorado hasta el alma, enamorado, enamorado, enamorado… Tan enamorado, que comencé a boicotearme, a boicotear la relación que iniciaba bien, sin problemas aparentes. ¿Cómo? Saltando de un gramo cada tres días a un gramo por día, por noche, es decir comenzando una carrera contre el sueño, contra mi naturaleza.
Era un viernes por la noche, veíamos una película en su casa,. Con palomitas, con su familia, todo bien, todo formal, hasta que alguien dijo: mañana vas a ir con nosotros a la fiesta de no-me-acuerdo-quién, y yo dije sí. La-fiesta-familiar es un rollo que nunca me ha gustado, ni en mi vida personal, y el miedo, el miedo y la estupidez de no saber decir NO me hicieron boicotear la relación, boicotear la fiesta, boicotear mi vida:
Ese viernes consumí un gramo toda la noche, en unas cuantas horas… Al día siguiente, estaba enfermo del estómago, ojeroso, con dolor de cabeza, sediento, ansioso, nervioso, de mal humor… Y aún así quise presentarme en casa de Lolita, como para que vieran que me sentía mal, que estaba mal, como para no tener que decir “no quiero ir”, porque hasta eso me daba miedo, y como un niño que se dice enfermo para no ie a la escuela… Ay, qué asco me da recordar estas tonterías.
Luego del enojo de Lola, luego de la jeta que me pusieron sus padres, sucedió lo que había querido evitar: “tuve” que ir a esa fiesta familiar, poner cara de me siento muy contento, tratar de contentar a mi novia, que seguía sin entender cómo la pizza y las palomitas de la noche habían causado tal estrago en mi estómago.
Esa noche, luego de dejarla en su casa con sus padres, ya en la mía: volví a meterme un gramo entero toda la noche, y el domingo tuve que levantarme sin haber dormido ya por segundo día, ir por mi novia, y poner cara de no pasa nada…
Aunque ahora sé que lo importante no fue siquiera haber perdido, luego de varios meses, a la mujer que creí haber amado tanto… Lo negativamente trascendente fue que mi mente había aprendido algo: podía vivir con un gramo al día y hasta sentirme vivo.
O al menos eso creía.
Y eso no fue lo único que perdí con mi adicción.

5 comentarios:

  1. Oiga, Sr. Sánchez, cómo me convierto en amiga en su bló??? Es que me dan los celos de ver que tiene 6 amigos pero yo no figuro en la lista; y es que me gusta, leerlo oiga! (jijiji... me gustan las comas, y así)...Lo que sí, es que ya pude añadirlo a mi página de entrada de mi bló, para que cada vez que yo abra mi pag, vea las actualizaciones del suyo.. cómo la ve?? Le mando un saludito y re-leeré con gusto sus posts que muchas veces, me hacen sentir cosas en la entraña.. muchas :D

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  2. Bueno, sigue contando... eres un libro abierto. Vas bien amigo hacia la felicidad que esta vez ya no boicoteaás.

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  3. Señora Badillo; Ud es el primer blog que yo sigo!!
    Y Usted está en mi lista de amigos... o cómo, hay otra paginita que yo no le sé; la sensei blogera es Ud, pq yo apenas empiezo en este "bizne" del "bló".
    También a mi me gusta mucho... leer sus actualizaciones sobre salud y belleza (temas de los que Ud sabe haaaaaaaarto, jiji)...
    Gracias por tu lectura, por tus palabras, que me animan a seguir contando esta historia de mi vida.
    Lindo día, July!

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  4. María José, mil gracias por tus palabras; exacto, eso mismo es: no boicotearme, ya no más.
    Libro y vida abiertas para recibir lo bueno que la vida y dios me están dandoa manos llenas; ya sin miedos, sigo caminando.
    Genial tu blog; te estoy leyendo.

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  5. No pues esto de los seguidores del blog y los amigos del blog es un misterio... en fin, yo con tal de poder leer y opinar aquí, me doy por bien servida. Ya le descubriremos más detallitos a este asunto con el uso.... cuídeseme mucho, mucho!

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