martes, 3 de julio de 2012

Papás: no lo intenten en casa sin la supervisión de un menor.

Lecciones de medianoche (ADVERTENCIA: papás, no intenten hacer esto en casa sin la supervisión de un menor de edad). Salimos del cine Ximena y yo, casi a la medianoche y, oh, sorpresa: una pertinaz lluvia nos detuvo de sopetón al salir del WTC, y antes de que alguno de los dos cantara un consabido "te lo dijeeeeeeee! (que nos trajéramos el paraguas, ese nuevecito que nunca usaremos)", antes de que comenzara a implorarle a Tláloc que detuviera su única actividad, un milagro se hizo presente: a 10 metros, un taxista detenía su paso y nos abría la puerta, como invitando a subirnos, y al ver que era matriculado del sitio del edificio señalado, procedimos a intercambiar miradas mi hija y yo, y al grito de "córrele, que nos mojamos!"... Y de esas cosas que parecen película, la percepción del tiempo y espacio se transformó y todo se hizo en cámara lenta.... Zancadas de Ximena que me dejaban atrás de la carrera, y en ese afán que tenemos tooooodoooos los papás de demostrarle a los vástagos que seguimos siendo esos héroes que ellos veían en nostros cuando niños, dejé que Ximena se subiera de inmediato al taxi, y procedí veloz a intentar una proeza que, lo juro, no volveré a cometer: subí tan de fregadazo al taxi que lo último que recuerdo, antes de ver esa luz cegadora, fue el sonido de mi cabezota, pegando contra el marco de la puerta, la cara de Ximena como diciendo "no mames, este pendejo qué chingadazo acaba de meterse", mientras el taxista, espantado, volteaba y miraba cómo mi cabeza rebotaba y yo, en un acto de magia milagrosa, no caía fuera del taxi. Acto seguido, la cámara lenta se transformó en una velocidad normal, en la que pude soltar un "¡PUTA MADRE, QUÉ MEGA CHINGADAZO ME METÍ!" (de esas pendejadas que uno dice sin pensar, porque aquellos dos ya estaban más que enterados de lo que, en mi pendejez, reiteraba como para disculparme). Sobaba yo el fregadazo cuando Ximena soltó la carcajada, esa que aún me hace reír, también. Lección aprendida: no tengo la agilidad de hace 25 años. No tengo qué demostrarle a mi hija que puedo ser veloz. Soy y seré su héroe sin tener que intentar estas proezas, así que la próxima vez dejaré que la lluvia empape mis ropas, y llegaré a casa a darme un baño de agua caliente.

2 comentarios:

  1. jajajaja, muy bueno, pero sabes que, no debemos demostrar nada, ellos ya nos quieren como somos... me encanto leerlo...

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